Parece que de repente la palabra emprendimiento o emprendedor han venido para quedarse entre nosotros. Cualquier se considera un emprendedor hoy en día, algunos incluso sin saber el significado exacto que conlleva serlo.
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Y todo se debe, según entiendo, a que se consideran una cosa u otra fijándose en los demás, en las creaciones de otros. Encontrar el equilibrio significa pensar en uno mismo, y pensar en uno mismo es encontrar los puntos fuertes y explotarlos, no analizarse en función de los demás. Estamos habituados a interpretarnos a nosotros mismos para imponernos a los demás. Sin embargo, habría que analizarse partiendo de los valores propios, porque eso llevará a que el entorno perciba la capacidad naturalmente, sin necesidad de proclamarla públicamente.
Veamos un sencillo ejemplo: si una persona que siempre ha deseado tocar la guitarra acude a un profesor para aprender y entre los dos descubren que su mayor habilidad es componer canciones, ¿qué deberían hacer? Tengamos en cuenta que el deseo de nuestro protagonista es convertirse en guitarrista, en ningún momento se ha planteado componer. ¿Debería insistir en aprender a tocar? O, de lo contrario, ¿debería sacarle el máximo rendimiento a su mayor habilidad? Según la decisión que tome demostrará si tiene equilibrio o no. Y según la decisión que tome optará por el mayor o menor éxito. No se trata de desmerecer su empeño por tocar la guitarra, y quizá hasta consiga ser un insigne guitarrista, pero el camino hacia el éxito es más corto y seguro partiendo de la habilidad que mejor maneja. Valiéndose de su capacidad natural no necesitará imponérsela a los demás, esto ocurrirá espontáneamente y cosechará las mayores alegrías.
Por otro lado, un emprendedor debe entender la palabra imponerse como una forma de compartir su propuesta con el entorno en busca de una satisfacción común. Resulta del todo inconveniente establecer estrategias que determinen la eliminación de las iniciativas que actúan en nuestro mismo campo de acción, para favorecer únicamente el crecimiento de la nuestra, porque el esfuerzo por conseguir el objetivo consume un tiempo valioso que podríamos emplear en propósitos más dignos.
Desde luego no se puede interpretar la alegría siempre en función de imponerse a los demás, se debe interpretar por los logros en sí, sin supeditarlo a las consecuencias producidas en el entorno, por el placer de triunfar con una idea, por la gratitud natural de los resultados no por los méritos reclamados en público, ya que estos pueden no ser reales, sino consecuencia de la insistente demanda de reconocimiento al entorno.
Estar todo el tiempo concentrado en conseguir que los demás actúen en función de nuestro carácter es perjudicial para el resultado que se puede recoger. Porque se pierde objetividad y no siempre las personas deben luchar ni exigir para relacionarse. Cuando se está tanto tiempo pendiente de imponerse se puede caer en el error de cosechar éxitos irreales o de competir con personas que no tienen suficiente valor para medirse con nosotros, y habremos desperdiciado el tiempo jugando en el terreno equivocado.
Robertti Gamarra es empresario y escritor. Editor del blog Interés Productivo. Es especialista en crear iniciativas de innovación en el ámbito del emprendimiento empresarial. Actualmente Director General de Cuenta Límite.
Desde luego, el futuro está en el trabajo colectivo y compartido. Intercambiar experiencias. Un saludo.
A veces nos preocupamos demasiado en marcar nuestra parcela como si esa fuese la única solución, pero unirse a iniciativas afines suele dar buenos resultados.
Encontrar tus fortalezas e implementarlas y aprovechar el tiempo en el terreno adecuado es imprescindible en cualquier emprendedor.
Buen artículo. Un saludo
Gracias Miguel Angel. Y, efectivamente, tiene mucha razón al apelar a la fortaleza de uno mismo para encarar un proyecto, porque es la mejor manera de saber hasta dónde se puede llegar.