Abordar el ámbito del emprendimiento o la innovación, muchas veces conlleva de forma inevitable enredarse en un análisis de realidad social más que estratégica. Todo lo determina, lo consume y lo resume la actitud social. Por comprender un poco mejor lo que está ocurriendo, expongo tres puntos en los que estamos tan sobrados como faltos de elementos para logar el equilibrio entre la necesidad y las propuestas.

Mucho análisis y pocas estrategias

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1. Exceso verbal. La sociedad actual es de la más hipócrita de toda la historia. Abundan los mesías de la mentira que se pasan el día analizando y criticando a los supuestos culpables de la crisis, sin considerarse ellos mismos parte del problema. Se hacen llamar expertos o analistas coyunturales. Escucharles para un ciudadano medio, necesitado de soluciones y del pan diario para sobrevivir, es como encerrarse en una habitación con siete monos al mando de tambores y platillos. Nadie los entiende. Es frustrante comprobar que muchos personajes, sentados finamente en sillones de cuero, se permiten analizar la situación sin haber tenido el mínimo contacto con ella.

2. Falta de apoyo. El individualismo moderno produce individuos egoístas. El hombre, en su esencia, ha perdido la capacidad de actuar en función del bien común, ha adoptado una visión muy personalista de las cosas, de tal modo que todo lo ve en función del yo supremo hacia los demás, pero con una estrategia objetiva de imponerse a su semejante, no de asimilar el movimiento del entorno y formar parte de ella. Hemos ido culebreando en una carrera personal donde, casi siempre, lo más importante era imponer nuestras ideas, hacer oír nuestros problemas, defender nuestras costumbres, en lugar de retirar esa pretensión personalista y escuchar, aunque sea por un momento, para luego actuar en función del movimiento que se genera en nuestro alrededor. Si la estructura social donde nos desenvolvemos responde única y exclusivamente a intereses personales, es lógico que un emprendedor no encuentre apoyo de ningún tipo.

Mientras intentaba vender los proyectos que creaba a diferentes tipos de posibles compradores, me he dado cuenta que muchos de estos benefactores fantasmas nunca miran la calidad del producto, sino el retorno económico que puede reportarles. Sólo si han constatado posibilidad real de beneficios, pasarán al segundo nivel de análisis: la calidad. Para mí, en cualquier actividad, la calidad lo es todo.

3. Falta de Iniciativa. La apatía es producto de lo anterior. Todos hemos estado tan atareados en construir un blindaje personal donde atrincherarnos, pensando que así estaríamos mejor posicionados para evolucionar a partir de nuestra perspectiva individual, que hemos perdido la visión del entorno. Nietzsche escribió en Humano, demasiado Humano: “La maldad es rara – La mayoría de los hombres están demasiado ocupados consigo mismo para ser malos”. Si el culto a uno mismo impide al menos ser malo, el siguiente paso es la violencia. Ya muy pocos son capaces de plantear estrategias o de emprender nuevas iniciativas para aprovecharse de la corriente por donde navega la sociedad actual. Y quienes lo hacen, pues hay que decirlo, se están volviendo ricos casi sin esfuerzo.

La iniciativa es una inercia que se aprende de la necesidad de innovar. Tomar la iniciativa en un terreno tan explorado ya, como es el mundo de las empresas, es ponerse a la vanguardia de las nuevas perspectivas. Alguien me dijo una vez que no era necesario estar siempre en la búsqueda de cosas nuevas, sino aprovecharse de las ya existentes y emplear todo el esfuerzo en mejorarlas.

Robertti Gamarra

 

es empresario y escritor. Editor del blog Interés Productivo.  Es especialista en crear iniciativas de innovación en el ámbito del emprendimiento empresarial. Actualmente Director General de Cuenta Límite.


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