Hoy es jueves por la noche y en un restaurante del barrio madrileño de La Latina despedimos a Jose, llegó hace seis meses a la empresa y su contrato en prácticas se acaba. Entre risas y brindis con sidra los compañeros le gastamos las últimas bromas y le entregamos una ebook que le hemos comprado entre todos, seguro que para leer algún libro en uno de los cuatro idiomas que ya habla. Ya tiene lista la maleta, Francia será el destino donde pueda desarrollar su carrera de ingeniero mecánico y allí ya le esperan ansiosamente. Durante estos seis meses hemos hablado poco, alguna breve conversación en la hora del café, saludos en el pasillo y el típico, “¿me dejas el mechero?” cuando uno de los dos lo ha olvidado en casa.
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Tiene 24 años, viste a lo hípster, barba espesa pero arreglada, lleva boina al estilo francés los días de frío y casi siempre llega a la oficina pasadas las nueve. Le falta algo de disciplina pero le sobra talento. Hay gente que a los de su edad los llama ninis yo prefiero llamarles millennials, son quizás la generación más preparada de la historia para triunfar, van a comerse el mundo pero ellos aún no lo saben. Tampoco llevan prisa, como Jose al que no le importa llegar tarde a pesar de la mala cara que le pone nuestro director. Él es uno más de tantos españoles que ya se han marchado de España desde la crisis. Todavía a quien dice que en España exportamos talento, que va, aquí como andamos tan sobrados de valor añadido lo regalamos. Y claro Alemania, Estados Unidos, Reino Unido y Francia encantados de recibir nuestros presentes en forma de médicos, ingenieros y demás titulados universitarios.
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Los datos
Los datos lo dicen todo, la Encuesta de Población Activa (EPA) señala que la tasa de paro para menores de 25 años es del 46%. Los datos de emigración son claros, en cinco años el número de españoles que viven fuera ha aumentado en 700.000. Según algunas encuestas el 91% tienen estudios universitarios y alrededor del 30% son ingenieros de diversas disciplinas.
No es de extrañar y cada es más habitual ver a científicos e investigadores españoles ocupar cargos de relevancia en instituciones importantes.
Pero el retorno de la inversión del gasto de público en formación de estos emigrados no repercute en España, sino en los países y empresas donde estos ahora trabajan. Y la investigación que hace un científico es internacional, pero si tuviera que ser de alguien, sería del país y de las instituciones que la financian, que son las que lo hacen posible.
Y mientras los políticos…
Mientras tanto la vieja guardia se empeña en manejarlo todo para que no cambie nada e incrustarse en sus sillones del Congreso. Y los nuevos…, vaya con los nuevos. Los nuevos a lo suyo que de momento parece que lo suyo no es lo mismo que lo nuestro. Hablan de cambiar el modelo productivo como si eso fuese tan fácil, años o incluso décadas podrían ser necesarios. Ni si quiera está claro si en España queremos cambiarlo y si alguien tiene un plan de verdad para hacerlo, al fin y al cabo a ciertas élites ahora no les va tan mal y con un cambio nunca se sabe…
En España la tasa de paro estructural siempre fue más alta que la de los países punteros de la UE, si a esto le sumas la desindustrialización del país año a año, una burbuja inmobiliaria y una crisis financiera mundial que también nos ha golpeado, tienes todos los ingredientes para degustar una “exquisita evasión de talento.”
Y la solución pasa sí y solo sí por el cambio de modelo productivo del país, que implica una alineación perfecta de planes estratégicos a muchos niveles: educación, economía, industria, I+D+i y también un cambio cultural. Se trata bajar los niveles de empleo de baja productividad para aumentar los de alta productividad, o dicho de otro modo cambiar la construcción y la hostelería para ponernos a producir tecnología y servicios de alto valor añadido con el consiguiente aumento de las exportaciones, tan fácil de decir como difícil de hacer. Y casi imposible mientras en el Congreso exista esa algarabía de los unos y los otros.
No sé si algún día este país albergará esperanza para que tanto talento regalado pueda volver y ese que está por surgir se pueda quedar. Y si regresan, habrá que ofrecerles algo mejor de lo que dejaron aquí. No lo sé y empiezo a dudarlo seriamente, pero no seré yo el más pesimista de los que se quedan, mientras esperanza exista. Entre tanto dejemos la puerta entre abierta por si acaso… Au Revoir Jose, vuelve pronto o quizás no.
Rubén Ramírez es ingeniero Mecánico de educación y vendedor de tecnología de profesión. Me entusiasman las soluciones de gran #valorañadido y la #altatecnología sobre todo esa que está al servicio de la sociedad.
A mi juicio, una certera reflexión que agradezco a la vista de lo que acontece. Yo, al igual que Vd., no tengo la clave de cómo podría gestionarse eficientemente esta realidad en la que estamos inmersos. Todo es el resultado de múltiples factores que, en muchos casos, se nos escapan. Lo único que sé es que, nuestro país, en la mayoría de los casos, ha invertido dinero público para formar a grandes talentos. Y el retorno no será nuestro, sino de otros países. Todo ello, sin contar con los costes humanos que esta situación conlleva, difícilmente evaluables, pero tangibles. ¿Por qué hemos llegado a regalar nuestro gran factor humano? En mi humilde opinión, por ensalzar valores que, a corto plazo, son motivadores empresariales pero que, al largo, son demoledores: el recorte de los costes laborales, en aras a una mayor cuenta de resultados, de carácter inmediato. Valores impulsados políticamente, en connivencia por un sector empresarial dominante. Un clamoroso error que nos pasará factura en el medio y largo plazo. Por cierto… yo, al igual que Jose, soy incapaz de cumplir el horario de entrada. Aunque esté en pie antes de las siete de la mañana y le entregue a mi organización muchísimas más horas que las reguladas por convenio. Actualmente, por desgracia, ese es uno más de los parámetros que se implantan para medir una ficticia productividad, ajena al valor real que puedes ofrecer, finalmente, a la empresa y a la sociedad.