En esta sociedad de la información donde todo está a mano, es natural encontrarse con profesionales altamente cualificados, personas que amplían su formación constantemente, porque la información es accesible, cualquiera con una mínima voluntad puede encontrar lo que busca.
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Pero, miremos a aquellos que no tienen la capacidad de acudir a esas fuentes de información. Éstos, lógicamente, no tienen formas de avanzar, podemos decir que carecen del interés productivo, no tienen las herramientas para entrar en acción.
Imaginemos que alguien asiste como oyente a un taller de formación; escucha muchos conceptos que le gustan, incluso definiciones que ya conocía, pero que de boca del conferenciante, quien se emplea con explicaciones cálidas y claras, le han vuelto a encender el entusiasmo. Abandona el taller con energías renovadas, vuelve a casa atropellado de iniciativas, convencido de que por fin ha encontrado el camino para avanzar en la concreción de las ideas que lleva dentro. Tiene muchas ideas positivas en las que entretiene el día, está muy motivado. Pero el tiempo pasa; al día siguiente se despierta, abrumado otra vez por la rutina y su entusiasmo se esfuma, su actitud positiva se vuelve otra vez desesperación; ya no tiene ninguna idea a la que dedicar su tiempo.
¿Por qué pasa esto?, ¿por qué de repente se pierde toda la inercia?, ¿en qué han quedado las explicaciones, las ideas con las que se ha estado de acuerdo y las que tanta esperanza han despertado? Esto se llama interés pasivo. Sabes que algo te interesa, sabes que lo tienes incluso dentro de ti, y si no lo tienes lo buscas, lo encuentras, pero no lo sacas fuera, no lo materializas en nada.
La explicación de esta pérdida de interés es muy sencilla. Es la consecuencia de haber estado recibiendo información en bruto de incalculable valor, pero sin los instrumentos adecuados para convertirlas en hechos. Por lo tanto, es vital saber desarrollar el interés productivo, lo que es lo mismo: construir la herramienta que transforma la actitud pasiva en voluntad de ponerse en marcha. Un aprendizaje que lleva indefectiblemente a la acción, una forma eficaz de asimilar estrategias para llevar adelante las propuestas, desde la información acumulada hasta entonces.
Adquirir formación ya es el pasado. Todos hemos estado sometidos durante la vida laboral a una formación ininterrumpida obligatoria, de la que no somos conscientes. Ahora es necesario traducir ese caudal informativo en productividad. Es imprescindible pasar de la fase de acumulación a la acción, con ideas propias, con inquietudes propias. “¿Pero, cómo?, sé lo que quiero, pero no sé cómo ponerlo en marcha. No sé si estará bien o es una tontería. No sé si voy a sacar algo de todo eso”. Así piensan muchos. Entregado a esa incertidumbre, lo más natural es decidir conservar la posición actual, evitando arriesgar lo poco que se tiene, evitando perder los recursos acumulados en algo que no se sabe si funcionará o no.
Aunque sea impopular decirlo, nada se consigue por accidente. Por lo tanto, llegar a lo más alto por accidente es el peor camino para conservar lo conseguido. Sólo se puede alimentar aquello que sabemos cómo manejar bajo todas las circunstancias, es decir, aquello que hemos conseguido proponiendo estrategias propias, aquellos que nos pertenece de principio a fin.
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Robertti Gamarra es empresario y escritor. Editor del blog Interés Productivo. Es especialista en crear iniciativas de innovación en el ámbito del emprendimiento empresarial. Actualmente Director General de Cuenta Límite.
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