Siempre me ha resultado fascinante el poder de la mente, la capacidad que tenemos de generarnos a nosotros mismos sentimientos positivos o negativos, ansiedad o calma, cómo podemos incentivar el amor hacia una persona o el odio más absoluto. Esto lo he ido descubriendo a lo largo de los años, usando diferentes herramientas a las que he recurrido: la meditación, la observación de las personas que están a mi alrededor y su forma de gestión de los avatares de la vida, cursos varios y a través de la lectura, siempre la lectura, de los especialistas que hablan de ello en sus correspondientes ámbitos.

Que no hombre que no

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En todos ellos siempre el mensaje ha sido el mismo. Tú tienes la capacidad de manejar tu mente. Pero ¿cómo se vencen las creencias instauradas en nosotros a lo largo de nuestra vida?. Cuando hablo de creencias no me refiero a las religiosas, me refiero a las otras, a las que nos repetimos incesantemente y que pueden ser positivas o negativas, que nos pueden ayudar a crecer o limitarnos y que si no manejamos en la medida correcta pueden llevarnos a vivir en el fracaso más absoluto tanto personal como profesional.

En un proceso de coaching me encuentro escuchando a personas que hablan de estas creencias  más de una vez. No soy psicólogo y por eso no hago tratamientos, ni diagnostico, ni analizo la mente, ni las relaciones previas con el mundo en general y las personas en particular o la educación recibida para llegar a que esas creencias se hayan establecidas y grabadas a sangre y fuego. Me limito a facilitar un proceso en el que la propia persona se da cuenta y admite que piensa una cosa, que sabe que es falsa y que eso le impide avanzar en un área concreta, normalmente laboral. El resto se lo dejo a los profesionales, que para eso han hecho cinco años de carrera y han estudiado la mente humana y alguna de sus patologías.

Una creencia es un arma muy poderosa. No se trata de sustituir una creencia tremendamente negativa, por ejemplo: “soy un fracasado”, pensamiento categórico y devastador por todo lo que supone, en una creencia tremendamente positiva, por ejemplo: “soy la última coca cola del desierto” pensamiento también categórico y devastador por lo mismo que el anterior, los dos tienen una percepción distorsionada del individuo en si mismo. No. En mi humilde opinión, de lo que se trata es de conseguir que la persona en cuestión llegue a tener una percepción más o menos real y acertada de si misma y del entorno y sobre todo de las acciones y los mensajes que se repite continuamente y que le llevan a tener una actitud. Y que si quiere cambiar, de forma libre, comience el duro trabajo que le toca hacer.

Los cambios importantes son intrínsecos y por ende no se producen porque todas las personas que estemos a tu alrededor te digamos una y otra vez lo que deberías intentar cambiar para vivir mejor. Los cambios intrínsecos, los que afectan a nuestra forma de actuar, a nuestra forma de ver la vida, tienen que nacer desde detrás del ombligo, es decir, del centro mismo de nuestro propio yo, viven en las tripas, porque afectan a nuestra vida directamente, a nosotros y a las personas que nos rodean. Si no queremos moldear o modificar una forma de pensar, aunque seamos conscientes de que nos está haciendo mal, ninguna fuerza de la naturaleza va a hacer que los llevemos a cabo. Solo lo haremos si decidimos que queremos hacerlos y entonces el por qué dará igual.

Para instaurar un cambio hay que establecer un hábito y un hábito es una cosa muy, muy complicada de establecer. Porque supone constancia, rutina, determinación, voluntad, motivación y un objetivo. Ninguno de estos sustantivos lleva la connotación de sencillo implícita, sino todo lo contrario. Si los miras bien hasta dan “gustimiedo” como dice Rovira y una pereza…, porque conllevan trabajo de pico y pala. Pero también llevan una sensación de satisfacción cuando has conseguido encontrar tu objetivo, que se ha transformado en tu motivación, has echado horas y horas y has aprendido y desaprendido porque voluntariamente has decidido que lo querías hacer y a medida que has ido avanzando y has ido mejorando y aprendiendo has tomado la determinación de terminar lo que habías empezado, consiguiendo establecer una rutina para lo que has tenido que ser constante y entonces te has dado cuenta de que esa basura de “soy un fracasado” era totalmente irreal porque cuando te has puesto…, lo has hecho y ahora sí, puedes decir, “para ser un mono, no lo he hecho tan mal”.

Buena semana a todos, llena de creencias positivas y motivaciones varias.

 

María Gil CastañoMaría A. Gil es Ingeniero Técnico Naval, ha ejercitado su carrera profesional, en diferentes empresas del sector naval, con diferentes posiciones, lo que le ha permitido, progresivamente, alcanzar una experiencia y conocimiento del entorno nada desdeñable. En los últimos 5 años, ha centrado sus pasos y los de su equipo, en el desarrollo del mercado marino en el Sur de África y Rusia, trabajando como BMQC Manager para el grupo Barloworld.

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