“We can now offer a more comprehensive definition of our core concept – functional stupidity. For us functional stupidity is inability and/or unwillingness to use cognitive and reflective capacities in anything other than narrow and circunspect ways. It involves a lack of reflexivity, a disinclination to require or provide justification, and avoidance of substantive reasoning. It is related to the intertwined elements of cognition, motivation and emotion….”
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Hace un par de semanas, por esto del destino y de los buenos amigos, calló en la bandeja de entrada de mi correo, un artículo del diario El Confidencial: Por qué fracasan las empresas si las dirige gente tan inteligente – Una nueva teoría de las organizaciones.
Como apasionada de este tema, no pude menos que sumergirme en él, con el mismo entusiasmo con en el que me sumerjo en verano en las calas de Menorca. El título del artículo era llamativo, pero el contenido era explosivo. Un señor sueco, Mats Alvesson, profesor de la School of Economics and Management (Lund University, Suecia), y un señor inglés, Andre Spicer, profesor de comportamiento organizacional en la Cass Business School (City University of London) hablaban en un artículo de 27 páginas – incluyo enlace para curiosos – de una cosa denominada Estupidez Funcional, una forma operativa totalmente activa en la gestión de muchas empresas. El artículo está plagado de referencias que sustentan su teoría. En esas referencias, podemos ver cómo la estupidez funcional ha estado presente en la gestión empresarial, desde el principio de los tiempos.
Todo el razonamiento me parece interesante, es evidente. Pero un punto que llama especialmente mi atención es el que argumenta cómo, la estupidez funcional, no solo coexiste con la buena praxis organizacional, sino que es capaz de presentar beneficios, a corto plazo, tanto para las organizaciones como para los individuos. La no reflexión y la exclusión de esa práctica tan saludable, fomenta unas relaciones sin fricciones y proporciona un sentimiento de confianza y seguridad incierto, además de, generalmente, un ascenso o una serie de beneplácitos, con largos y pomposos títulos para los adeptos. Mata a la larga el conocimiento, la creatividad y proporciona estrechez de miras, pero como consigue resultados a corto….. ¿a quién le importa, si el conocimiento no tiene nombre, es hijo de un desconocido?
En el mismo párrafo, separado solo por un punto y seguido, declama la Estupidez Funcional como una práctica aberrante en las empresas. Desglosa la contrariedad que hay en la propia definición, dado que la Funcionalidad, hace referencia a los posibles beneficios que se obtiene de algo, mientras que el concepto Estupidez es falta de y para ello, hace referencia a los riesgos que entraña esta práctica tan extendida y habitual.
La Estupidez Funcional, según estos señores, se ejerce en las empresas basándose, entre otras cosas, en la economía de persuasión, lo que implica manipulación, control y bloqueo de la comunicación, ejercicios de poder, gestión desde la estupidez, autolimitación de la reflexión y un largo etcétera.
El análisis organizacional, la gestión del conocimiento, las buenas prácticas empresariales a favor del bienestar del empleado, el comportamiento organizacional, la gestión de recursos humanos, los core values de las empresas, están muy de moda y, leyendo esto, parece solo que son una marca de cara el exterior, algo que queda bien para vender, pero ¿qué hay detrás de esos anuncios y títulos tan bonitos?.
Como veis, la definición es densa y tensa en si misma, como solemos decir: tiene mucha miga y, por este motivo y no otro, me voy a permitir terminar esta entrada aquí, dejando la puerta abierta a otras entradas relacionadas con el tema. Que tengáis buena semana.
María A. Gil es Ingeniero Técnico Naval, ha ejercitado su carrera profesional, en diferentes empresas del sector naval, con diferentes posiciones, lo que le ha permitido, progresivamente, alcanzar una experiencia y conocimiento del entorno nada desdeñable. En los últimos 5 años, ha centrado sus pasos y los de su equipo, en el desarrollo del mercado marino en el Sur de África y Rusia, trabajando como BMQC Manager para el grupo Barloworld.
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