El estupendo y maravilloso Wassily Kandinsky, pintor que navega entre finales del siglo XIX y mediados del XX, escribió en 1.911 el texto teórico “De lo espiritual en el arte”. En él se proponía despertar la capacidad de captar lo espiritual en las cosas que nos rodean, en las cosas materiales y tangibles que todos tenemos a mano, en las cosas abstractas. Para él, esta era una capacidad básica para la pintura del futuro y así lo reflejó en su obra.
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Vassily Kandinsky fue un inmenso teórico del arte, lo consideraba como una “predisposición o necesidad interior”. El saber. El conocimiento.
Estudió derecho, lo que le permitió entender las interrelaciones abstractas y sus ratos libres los dedicaba a cuestionarse el “coro cromático” una y otra vez, como si estuviese metido en un carrusel de giro interminable. Esto se llama interdisciplina. Lo que lo hizo más especial si cabe, fue su capacidad para entender la correspondencia real y directa entre pintura y música situando esta unión como indisoluble en la piedra angular de sus teorías, en el punto de partida de su obra. Interdisciplinamos otra vez, conexiones que no muchos ven. Se veía a si mismo, literalmente, “como caminando dentro de un cuadro de forma constante”. Creo que fue el primero en sentir lo que hoy se denomina “marketing experiencial”, con la diferencia de que la experiencia se generó a si misma y le abrazó en vez de estar motivada por un ajeno, pero sí vivió algo extremo, potente, una experiencia que acabó cambiando su vida.
Es verano, hace calor y las empresas han cerrado el semestre y algunas han llevado a cabo sus reuniones de plan estratégico para afrontar la temporada “otoño-invierno”. En el telediario nos transmiten mensajes optimistas amparados en porcentajes fútiles, y yo me pregunto: de todas las empresas que tienen problemas, y conozco más de una, y que este año han invertido en formación de empleados, que han llevado a cabo programas de coaching pagados a un dineral, etc. ¿cuáles usarán algo de lo aprendido y harán algo diferente para salir del atolladero? ¿simplemente pondrán en práctica algunos de los puntos incluidos en esos programas de formación o coaching?, ¿enfrentarán de forma valiente los acuerdos alcanzados con su coach? Y la respuesta que me viene a la cabeza es bastante oscura y está bastante lejos del nuevo paradigma que plantea Matti Hemmi, fundador de InKNOWation.
Para hacer algo diferente tienes que saber, tienes que querer y tienes que poder. Tienes que invertir tiempo en pensar, no tienes que tener miedo al fracaso, que es una opción tan válida como la del triunfo, aunque no deseada, y tienes que querer abandonar tu zona de confort, que no gusta a la mayoría. Y no te tiene que importar que te llamen excéntrico….
Los programas de formación y coaching, principalmente, tienen temarios estándar y comunes para todos los mortales y no todos los mortales somos iguales. ¿Cómo vamos a hacer crecer nuestro negocio si seguimos, año tras año, dando cursos de comunicación donde explicamos teorías de bachillerato?, por poner un ejemplo.
Desde esta humilde entrada propongo a las empresas que arriesguen un poquito y que ya que invierten en formación, aquellas que lo hagan, que piensen y busquen a quien ayude a pensar a sus empleados de manera diferente, a quienes le ofrezcan un programa distinto, y que sean responsables con el dinero que invierten, porque si no, sería mejor que lo diesen a sus empleados en forma de tickets restaurante, así, por lo menos, estos estarán contentos llevando a sus hijos y amigos a tomar un helado.
Buena semana a todos.
María A. Gil es Ingeniero Técnico Naval, ha ejercitado su carrera profesional, en diferentes empresas del sector naval, con diferentes posiciones, lo que le ha permitido, progresivamente, alcanzar una experiencia y conocimiento del entorno nada desdeñable. En los últimos 5 años, ha centrado sus pasos y los de su equipo, en el desarrollo del mercado marino en el Sur de África y Rusia, trabajando como BMQC Manager para el grupo Barloworld.
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