El periodista Mario Saavedra, corresponsal en Nueva York, Londres y Beijing, por nombrar alguna de las grandes ciudades en las que ha trabajado, y que nos ha traído noticias a través de CNN+, El Global y El Confidencial, escribía en un artículo en el que laureaba las bondades de nuestro país, que las tiene, la frase que encabeza hoy esta entrada semanal.
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Diferentes pensadores de gestión empresarial, participaban de este pensamiento y nos hacían reflexionar acerca de él, en sus diferentes obras, como por ejemplo: La soledad del directivo.
Hace unas semanas planteaba a través de este recurso una cuestión para mi intrigante: ¿son conscientes las empresas de la verdadera pérdida de valor = dinero y ética, que se genera, cuando permites que las personas que sustentan sus carreras en méritos, se vayan o sean despedidas, para poner a un amiguete en el puesto?
Ejemplificaré con datos y lo ilustraré, si me permitís la licencia, con un caso real.
Impertérrita vi hace unos meses como una persona que conozco bien, fue despedido por un director con mal de altura, que no fue capaz de soportar que una de las personas que trabajaba en su departamento, que no equipo, solicitase el traslado a otra área de negocio. “O conmigo o contra mi”, es su máxima de gobierno. De patio de colegio. A esta persona en cuestión, dada la complicada situación por la que pasa dicha empresa, y contando con el uso privilegiado de información que permitían ver los cambios que se avecinaban, se le negaron tres ascensos, que fueron rápidamente distribuidos entre “los coleguitas” que había que salvar sí o sí, así como la subida salarial y el título correspondiente. Insultando su inteligencia, le encasquetaron un jefe, miembro de la triada, al que tenía que formar y además hacer el trabajo. Consecuencia: solicitud de traslado por parte del interesado, aprobación, eso sí, no sin acordar que terminaría el proyecto que llevaba directamente desde hacía dos años y por el que había sido laureado, y despido cuando todo estaba todo casi terminado y ultimado y se sentían seguros de poder cerrar por su cuenta. Pero como la soberbia y la cerrazón son amigos sólo de partidas y malos consejeros, hubo error de cálculo.
Resultado: el beneficio de la operación desapareció. Retraso en la entrega. Renegociación con proveedores, los posibles contratos de mantenimiento y formación con el cliente penden de un hilo si no se han perdido ya, y si Dios no lo remedia, la reputación de la compañía quedó dañada, así como la posibilidad de acceder a nuevos concursos.
Muchos directivos hablan de la soledad del cargo y de lo pobrecitos que son, de que es causa de las decisiones que toman y se justifican. Puedo decir sin miedo a equivocarme que esto no es así. Un directivo estará solo siempre y cuando sus acciones no sean éticas, siempre que los comportamientos que realice sean inapropiados y siempre que tenga una doble vara de medir, que no comparta información con sus colaboradores que le permita tomar buenas decisiones y le de puntos de vista diferentes, siempre que se crea Moisés separando las aguas y conduciendo al pueblo de Israel. Nadie puede tomar buenas decisiones sin asesoramiento y sin información procedente de diferentes niveles que le de diferentes puntos de vista, sin un buen equipo que le soporte. Llevará al pueblo al desierto y se lo comerán las mangostas, y a él, también.
Por supuesto un directivo es el que debe tomar las últimas decisiones y ha de hacerlo solo. Igual que sólo lleva su bonito coche de empresa y recibe su gran remuneración, solo figura su nombre dentro del organigrama y solo trabaja en su despacho. Pero ese momento de soledad es el propio del cargo y no tiene nada que ver con el que se deriva de una mala y sucia praxis, de algo ruin y que tiene lugar cuando tú justificas despidos porque la empresa va mal, mientras asciendes a tus amigos, te subes el sueldo un 33% y además te das paga de beneficios.
Joan Didion, escritora estadounidense, en su publicación Slouching Towards Bethlehem – Derivando hacia Belén – 1.968, nos habla de la necesidad de tener respeto por uno mismo “El Auto-Respeto es un hábito de la mente que no se puede fingir, sí entrenar y desarrollar. Carácter es la disposición a aceptar la responsabilidad por la propia vida, la fuente de la que brota el auto-respeto”.
Todos llevamos a cabo acciones incorrectas, simplemente somos humanos, pero cuando esto se convierte en tu día a día y lo justificas, tienes un verdadero problema y deberías dejar el cargo que ostentas, por el bien de la compañía y el tuyo propio.
Sería bueno que todos aquellos que practican el amiguismo, en lugar de la meritocracia, fueran conscientes del daño real que causan a sus empresas, del daño real que se causan a si mismos y que fuesen capaces de hacer autoanálisis para encontrar el verdadero motivo por el que están solos y son causa de mofa, claro que para eso, habría que tener carácter.
Buena semana a todos.
María A. Gil es Ingeniero Técnico Naval, ha ejercitado su carrera profesional, en diferentes empresas del sector naval, con diferentes posiciones, lo que le ha permitido, progresivamente, alcanzar una experiencia y conocimiento del entorno nada desdeñable. En los últimos 5 años, ha centrado sus pasos y los de su equipo, en el desarrollo del mercado marino en el Sur de África y Rusia, trabajando como BMQC Manager para el grupo Barloworld.
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